RAFAEL AGREDANO
“LAS PALEMRAS SALVAJES”
En la setentera revista cultural sevillana "Separata" -conceptualmente un elegante fanzine- dirigida por el brillantísimo Jacobo Cortines, el artista y arquitecto Gerardo Delgado publicó un artículo sobre uno de mis escritores favoritos William Faulkner -si me queréis leed ese monumento llamado "Absalón Absalón"- o mejor dicho sobre una de sus novelas "Las Palemras Salvajes" que al momento quise leer como he hecho siempre con todo lo que ha caído en mis manos del famoso premio Nobel -me refiero a Faulkner- pero que "hasta el sol de hoy" como dicen en Puerto Rico, me ha sido imposible encontrar.
Al principio me llamó la atención el título -porque todo lo que lleva la palabra "salvaje" me gusta de entrada- pero como amante del lenguaje que soy, aunque a veces me cueste trabajo demostrarlo, lo que me atrajo realmente fue la palabra "Palemras", vocablo que jamás había escuchado antes y cuya fonética tanto se acomodaba a la idea mental del término "salvaje". "Palemra" me sonaba a "putón", a "gamberra esquinera" en busca y captura. ¡"Palemra"! Qué sugerente. La busqué sin éxito en el diccionario. Incluso escribí a la excelentísima académica doña Carmen Iglesias, ex tutora del príncipe Felipe y una dama encantadora que para mi sorpresa contestó a mi escrito, lo que me hizo sentir súper alteza total, sentimiento que le comuniqué cuando de nuevo me dirigí a ella para darle las gracias por su respuesta con la sorpresa de que de nuevo volvió a responderme "agradeciéndome mi simpática carta" y disculpándose de nuevo por no haberme podido ayudar pero que lo sentía mucho, que ignoraba el término y que siempre estaría a mi disposición para cualquier cosa que necesitara.
¡Qué mujer! ¡Qué estilo! ¡Qué lección de humildad y elegancia! Todavía me impresiona que una señora de tanta categoría humana e intelectual se dirigiera a mí con la sencillez de la excelencia con la que educó a un futuro rey y con la que seguro resolvió la primera duda de una alumno el primer día de clase de su vida. La gente brillante si está bien de la cabeza no tiene por qué perderla (se me ocurren un montón de nombres ahora mismo como ejemplo de lo contrario).
En mi intriga, después de buscarla en un diccionario bilingüe pero sin resultados, llegué a consultar incluso el "Diccionario de autoridades" de 1881 por si acaso era una palabra en desuso pero tampoco tuve éxito. Así que pensé que tal vez tales "Palemras" eran las mujeres de una familia griega emigrada al Sur de Estados Unidos sobre las que trataba la novela. Sea como sea sigo sin saber qué significa, pero he encontrado algo maravilloso, el sencillo y aclaratorio prologo de Juan Benet a una obra de Faulkner de parecido título ("Las Palmeras Salvajes") y lo que son las cosas: define con precisión la idea mental que el enigma de la novela inencontrada había forjado en mí, y de la que trataba y trata esta exposición que tan bien define el texto del fallecido escritor español:
"En cierto modo, cabe hablar de una obra de estructura sintética, en el sentido en que la intención de la representación hay que buscarla en ciertas relaciones no evidentes que entre sí guardan las partes de la composición, tanto como en los datos de la percepción suministrada por aquella; si la relación entre naturaleza y representación se ha complicado de tal suerte no es porque ésta o cualquier obra (...) trate de investigar una cosa que está más allá de la realidad, sino porque adopta el mismo método sibilino de ésta para manifestarse mediante ocultaciones."
Rafael Agredano