La exposición de Ángel Mateo Charris en la galería Alfredo Viñas de Málaga se compone básicamente de piezas realizadas en el último año, aunque se establecen a veces analogías con otras datadas en fechas anteriores.

     Y no es el único sentido en el que se usa la palabra que da título a la exposición –Analógico– sino que también podemos acercarnos a algunas obras en su calidad aparente de falta de lógica, o como relaciones de sentido entre títulos y contenidos de las piezas, y más allá, en la acepción que le atribuyen algunos músicos y críticos a la calidad del sonido analógico frente al digital, lo natural frente a lo sintético, lo natural frente a lo artificial. La pintura sería a las nuevas tecnologías como el sonido analógico al digital (*otra analogía).

     El artista juega con el pensamiento analógico tanto como con las combinaciones de color, los cambios de escala y la Historia, y, como en el modelo científico con el que se emparenta no ofrece certezas sino intuiciones, opiniones antes que dogmas, cosquillas antes que mármol.
Pero del gran formato al pequeño o del lienzo al papel, la muestra recoge toda la serie de constantes habituales en la obra de Charris: de los juegos de significado a las referencias cruzadas, de las paradojas visuales a la formulación de la pintura como un género de géneros, capaz de contener en sí misma todas las inquietudes y derivas de la creación contemporánea.

     El pintor de Cartagena apuesta por esconder toda la tramoya de sus intereses y formulaciones en un envoltorio que busca lo claro (también en sus varias acepciones), lo plano y lo emocionante.


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